martes, 27 de diciembre de 2011

El Enjambre de las Sombras

Capitulo I.-  La ciudad de la furia

Aquel era un día como cualquier otro, al menos para Nariya, quien aun estaba muy lejos de comprender la inescrutable premonición de su destino.  Acababa de tender la ropa sobre el cordel y nada parecía haber cambiado en el mundo, el murmullo de la aldea, su aspecto de humilde desamparo, el viento cálido, y el azul interminable del cielo.
De repente, un sordo ruido la hizo volver sobre sus pasos.  En el traspatio, la ropa recién tendida yacía ahora en el suelo, y una pandilla de niños que apenas llegaban a los trece años apareció al borde de una de las cornisas que rodeaban la desprotegida pieza.  No era la primera vez que las hordas de huérfanos desataban su incomprensible  vandalismo; sucesos como ese eran muy comunes en los arrabales de la ciudad de la furia.
- ¿Porqué han hecho eso? - les increpó Nariya indignada -. Nosotros no nos metemos con ustedes.
Una niña rubia, de aproximadamente doce años era al parecer la lideresa del grupo.
- Si nos entregas lo que queremos, no volveremos a molestarte – le dijo.
Nariya no entendió.  Pero los demás niños no perdieron tiempo, y bajando del techo empezaron a desarmarlo todo.
- ¿Que hacen…? – gritó Nariya de nuevo, y su furia crecía ante aquella injusticia.  Sentía de nuevo esa quemazón intensa que ya conocía y al mismo tiempo temía, pero que a menudo no podía reprimir.
- Entréganos al niño – le dijo la niña de trenzas rubias cuya voz tenia el equívoco timbre de una mujer adulta- O destruiremos esta casa.
- No sé de que estas hablando.
- ¿Ah no? Eso lo veremos. ¡Gau, ya sabes que hacer!.
El niño aludido, y que parecía ser el mayor de todos ellos, llevaba un artilugio adherido al antebrazo, era un lanzallamas que dirigió justo hacia la puerta que daba al interior de la casa.  Y la voz infantil de antes no tembló al pronunciar la bárbara orden.
- ¡Quémala!.
Nariya se estremeció, y temió no haber actuado a tiempo.  Sin embargo, Gau no se movió, en realidad no podía hacerlo.
- No cometas ningún desatino –dijo de pronto una voz desde los altos-.  Es a mí a quien quieres, pues aquí me tienes.
Nariya levantó la mirada entonces, y vio a otro niño de aproximadamente diez años.

Era rubio también y de brillantes ojos azules. Se llamaba Justin. Tenía el brazo extendido, pues era él quien con su psicokinesis había sellado los movimientos de Gau.  Y Nariya, dándose cuenta de lo que ocurría pensó para sus adentros:
“Es un mutante…”
- ¡Me las pagarás! –exclamó la niña saltando increíblemente desde el extremo donde estaba hasta el opuesto golpeando al niño recién aparecido, el cual al caer dejó libre a Gau de su influjo psíquico.
- Ahora es momento de que mueras, ya nos has causado a todos suficientes dificultades. Arles me lo agradecerá.
Nariya vió espantada el destello siniestro en la mirada antes diáfana de aquella niña, dispuesta sin reparos a fulminar a su indefenso rehén.  Pero fue sólo al observar que la mano de ella estaba como cargada de electricidad cuando Nariya comprendió que no podía perder más tiempo.  En efecto, aquella niña también era una mutante.
Dos pequeñas explosiones frustraron las intenciones de la niña de cabellos rubios y desataron el estupor del resto de la pandilla.
Al volverse, la mutante vió a la otra joven frente a sí misma, aún con las manos rodeadas por un resplandor incandescente tras haber arrojado muy cerca de ella aquellas esferas de energía pulverizante.
- Pero… ¿también tú…? –balbució sorprendida.
Si, también Nariya era mutante al igual que ellos.
- Déjalo… –le ordenó-. Seas quien seas, no lo matarás aquí en mi casa.
Los demás pandilleros apretaron recelosamente las armas que traían entre las manos creyendo tal vez que su líder los obligaría a atacar a aquella mujer que ya no parecía tan indefensa como al principio.
- ¡Apártense…! –les dijo la niña con su voz firme y decidida-…yo me encargaré de ella.
Sin vacilar ni por un momento, la niña extrajo rápidamente de entre ropa dos afiladas dagas, y las arrojó contra Nariya que apenas tuvo la lucidez necesaria para esquivarlas a tiempo.  Las dagas se incrustaron en las paredes laterales, pero luego, una fuerza desconocida terminó por arrancarlas y llevarlas de regreso a las diestras manos de la niña.
Justin, al ver que Nariya no se atrevía a atacar a su contrincante trato de persuadirla de que lo hiciera.
- ¡Atácala! –le dijo.
- No puedo hacerlo, es solo una niña igual que tú.
- Si no lo haces te matará –replicó Justin-.  Si llega a tocarte, descargará su electricidad sobre tí.  Ella es una mutante de nivel I, no dudará en hacerlo.
- No lo entiendes, yo nunca he hecho esto.
La niña lanzó de nuevo sus dagas contra Nariya, y al ver que esta no se decidía a atacar los demás niños de la pandilla hicieron el ademán de intervenir en la contienda, pero Justin estaba prevenido, y usó sus poderes de nuevo para proteger a su benefactora.
Gau y sus compañeros no lograron mover ni un solo músculo.  Pero Nariya aún no se decidía.
- Tienes que atacarla, si no lo haces te matará.
- Puede ser que ella sea despiadada, pero al fin de cuentas es solo una niña.
- Nunca creas todo lo que ves –replicó Justin- Te puedo asegurar que ella no es ninguna niña.
- ¿A qué te refieres?
- En verdad tiene treinta y un años, y es una asesina… Ha matado y probado sangre humana, sin mostrar la más mínima compasión ni remordimiento.  Aprovecha su apariencia infantil para conseguir todo lo que se propone, y ya han sido muchos los desprevenidos que han caído en esa trampa sin darse cuenta, y casi siempre ha sido para su desgracia.  Es perversa como un demonio y no se detiene ante nada, además… ella también lleva la marca del “Abismo”.
- ¿Qué sucede mutante…? –arguyó la niña impaciente, esta vez fingiendo a propósito una voz infantil y exasperante- Te da miedo lastimarme…
Y Justin ya empezaba a perder la paciencia:
- Atácala de una vez, no podré detener a los otros por mucho tiempo.
Entonces, Nariya reacciono, pues ya la furia y el temor parecían haberla colmado.
- No se quien demonios sean ustedes, pero ya es hora de que todo esto termine.
Nariya arrojó contra la niña un  plasmoide de energía incandescente, el cual flotó por un instante frente a ella. Sin embargo, no fue hasta que éste tocó el suelo que el estallido lanzó a la niña en sentido opuesto haciendo que se golpeara fuertemente contra una de las paredes.  Anonadada, y ligeramente aturdida por el fuerte impacto, la pequeña advirtió que estaba herida, y que quizá no podría enfrentar a aquella mujer de nuevo. 

Aun así consiguió ponerse de pie, sin apartar la mirada de Justin y Nariya.  Aunque lo hubiera intentado no podía reincidir en el asedio, además, ya no le quedaba mucho tiempo.
- Ahora váyanse –le dijo Nariya- no quisiera volver a verlos por esta aldea.
La niña sonrió con cierto sarcasmo.  En ese momento las fuerzas de Justin llegaron a su límite, y agotado tuvo que liberar a los demás niños de la inmovilidad con que los tenía sometidos.
- Ten por seguro que no nos verás mas por tu aldea, mutante…-Y luego dirigiéndose a Justin- …en cuanto a ti, si sobrevives esta vez alguien mas vendrá a buscarte, y ten por seguro que no serán ningunos niños.
Apelando a toda la fuerza de la que era capaz, a pesar de sus heridas y de su aparente fragilidad, la niña se elevó del suelo con la agilidad de un felino, y fue imitada luego por sus acompañantes. Poco después, el grupo desapareció rápidamente por sobre las azoteas de las abigarradas favelas.
El silencio cedió tras el rumor de sus últimos pasos, pero duró sólo un breve instante.  Y ni Nariya ni Justin tuvieron tiempo de dirigirse la palabra cuando un nuevo grito de desesperación y angustia irrumpió en la inestable serenidad del día.
-¡Ahí vienen…! ¡Los Amadii…!
“No puede ser…” -pensó Nariya.
Los Amadii odiaban a los Haru, la casta a la cual pertenecía Nariya y su familia, y casi todos los habitantes de aquella aldea.
Una antorcha cayó cerca del lugar donde ellos estaban y el fuego avanzó rápidamente mientras es rumor crecía y los gritos de la gente se fueron intensificando.  Nariya  cogió al niño por el brazo y lo ayudó a levantarse pues parecía estar muy exhausto.
- Debemos irnos –le dijo.
-Sí.
Nariya fue por su tía y los hijos de ésta que eran las personas con quienes vivía desde que su madre murió.  Pero nii ellos ni el resto de sus vecinos tuvieron tiempo para recoger nada; conocedores del odio insensato de los Amadi solo atinaron a huir, y aún hubieron muchos que no lo consiguieron y cayeron bajo la furia inmisericorde del machete y del fuego.
La aldea de los Haru quedó reducida a escombros y ceniza, pero los sobrevivientes alcanzaron el otro extremo de la ciudad ayudados tardíamente por la fuerza pública.
- Dicen que los conducirán a Lune, al campo de refugiados.
-Nosotros podemos ir hasta allá –replicó Sonu-, ése es nuestro destino.  Pero tú, hija, tú eres de otra estirpe… Nunca estuviste enferma, solo eres diferente.
Sonu, la tía de Nariya era una mujer joven aún, pero malamente marcada por el infortunio.  Tanto ella como Nariya sabían que Lune ya no era un lugar seguro para un mutante, como en realidad no lo era ningún otro.
- Ya estamos cansados de vagar de un lugar a otro, pero esta vez lo mejor será que no vengas con nosotros.

-  Entiendo…

La mujer miró a Justin quien recostado sobre una roca, a cierta distancia de ellas parecía muy pensativo.
- Debes ir con él… -Nariya se volvió entonces a mirarlo, sin saber qué pensar.  Pero Sonu continuó –Aquel niño de ojos azules parece un ángel, él es como tú… Y será tu ángel guardián de ahora en adelante.
- ¿Porqué me dices todo esto?
- Nariya…, cuando tu madre murió le prometí que te cuidaría y hasta ahora he cumplido mi promesa, pero tú nunca fuiste una de nosotros, y tu madre siempre lo supo.  Ahora que tienes la oportunidad de encontrar tu verdadero destino no debes desaprovecharla.  El te pidió que lo acompañaras, entonces hazlo.  Ve con él, estarás mejor entre los que son como tú.
La mujer abrazó a su sobrina sabiendo que despedía de ella para siempre, pero lo hizo sin dramatismo y sin derramar ni una sola lágrima.
- No temas… -agregó-, seguro serás feliz… Al menos un poco mas de lo que has sido con nosotros.
Luego se apartó de ella y fué a reunirse con sus hijos.  Entonces Nariya miró de nuevo a Justin.  El la miró también con sus brillantes ojos azules, y se acercó.
- ¿Que harás ahora? –le preguntó el niño.
- No lo sé.
No habían tenido oportunidad para hablar de lo sucedido, a pesar que a Nariya aún le intrigaban muchas cosas.  Empezaron a caminar sin saber adonde, uno al lado del otro, en sentido opuesto a la caravana Haru.
- ¿Quién era ella? –preguntó Nariya de repente.
- ¿Te refieres a Fiona?
- Dices que no es una niña…
- No, no lo es –Justin hizo una breve pausa y luego continuó-.  Se llama Fiona Altimore.  Su enfermedad le ha dado ciertos beneficios, pero eso no la exime de ninguna culpa.
- ¿De dónde la conoces?
- Hace unos meses atacó a mis padres en Dafi.  Mi padre aún está en el hospital por defenderme de ella.  Temí que muriera.  Desde entonces huí para que no los lastimaran.
- ¿Y porque te persigue? ¿Qué quiere ella de ti?
- Le encargaron asesinarme.  La Cofradía del Abismo Negro le ha puesto precio a mi vida.
- ¿Y esos quiénes son?
- Son mutantes igual que nosotros, pero no de los buenos...
- Seguro que no.  Ordenar la cacería de un niño de diez años deja muy en claro la clase de monstruos que son.  No sé porque voy a hacerlo, pero estoy dispuesta a llevarte a Dafi con tus padres, después de todo, ni siquiera tengo adonde ir.
Pero aquella idea pareció no agradar mucho a Justin.
- No –repuso con cierta frialdad-.  Mejor iremos con Garth...
Nariya ya no sabía que pensar, pero en aquel momento todo le daba lo mismo.
- Es mi amigo -continuó Justin-, el único que tengo.
- ¿Prefieres ir con él y no con tus padres?.
- En realidad no son mis padres.  Me adoptaron, y créeme que estarán en mayor riesgo si regreso con ellos a Dafi.  Además, a ti también te conviene ir con Garth, él tiene armas, las necesitarás.
- ¿Armas para qué?  No voy a ninguna guerra.
Nariya empezaba a perder la paciencia, aligeró sus pasos dejando un momento rezagado a Justin.  No estaba acostumbrada a huir, al menos no de esa manera.
La comunidad mutante formaba un grupo aparte dentro de aquella intrincada sociedad agobiada por los perjuicios y la intolerancia.  Algunos les temían, otros hasta los consideraban impuros, y no faltaban los que querían ver al mundo libre de ellos.  Se decía que eran perseguidos sin tregua, cazados como bestias, asesinados sin contemplaciones, y que tanto el gobierno como la milicia mantenía al respecto el más absoluto secreto.
Sí, en Beaufrost había una guerra y como decía Justin era preciso prepararse para ella.  Pero el arma mas letal estaba muy cerca, aunque Nariya aun lo ignorara.